El país sin 4

Foto: Rafael Vilela Díaz

Para efectos de que no se malentiedan los criterios vertidos en el presente texto o, más bien, para que no se los asuma como fragmentos apresurados de opiniones, elucubrados en el fervor de los sucesos, cabe empezar por decir que “Negros de moda” es la primera obra de una trilogía de libros de mi autoría que se encuentran en desarrollo, seguida por “El eslabón perdido del socialismo del siglo 21 (el socialismo étnico)” y  “Causa y consecuencia”; la cual plantea una tesis científica en torno a la urgente renovación de las narrativas que sustentan las luchas trascendentales de los pueblos afrodescendientes.

Quiero decir con esto que los criterios aquí vertidos son realmente conclusiones que cuentan con un amplio soporte científico y son producto del tratamiento metodológico de las ideas. 

Normalmente debería publicarse la obra para abrir el debate, pero acontecimientos como el de la reciente desaparición de 4 niños en la ciudad Guayaquil, (con plena justificación) me obligan a abrir el debate antes de publicar la obra. 

El hecho de que los niños desaparecidos sean negros y pobres, no es una casualidad. Pero hay un complejo entramado sistémico que hay que descifrar para abordar de manera adecuada la problemática.

Desde el coloniaje, las narrativas que sustentan las luchas de los pueblos afro, arrastran el discurso del “racismo estructural”. Pero “Negros de moda” nos invita a hilar más fino. 

En esta obra, La premisa “El desarrollo de la sociedad humana está determinado por factores económicos y materiales” (criterio base del materialismo histórico), me lleva a inaugurar la investigación desde el análisis de los modos de producción. 

Al respecto es prudente citar: “Ha corrido bastante agua bajo el puente desde los analisis magistrales y las acciones formidables de Frantz Fanon y de Aimee Cesaire en contra de la recalcitrante discriminación racial del coloniaje francés en Martinica; o desde las gestas heroicas de Malcom X y de Martin Luther King en el contexto de la lucha por los derechos civiles del pueblo afroestadounidense. El escenario en el que nos encontramos no es el mismo. No estamos tampoco frente al mismo capitalismo novel de inicios y mediados del siglo 20, impregnado aún por la persistencia estructural de las institiciones fundamentales del esclavismo y del feudalismo.”

A continuación el libro delimita los presupuestos de la estructura:  “Los modos de produción son la forma en que los miembros de una sociedad se organizan y se relacionan entre sí para producir riqueza, a la vez que para distribuirla o beneficiarse de la riqueza producida”, es decir, “la sociedad humana es el principal mecanismo de supervivencia y preservación de nuestra especie” la cual, a más de la “cercanía reproductiva” y la “seguridad alcanzada en conjunto”, cumple con la función fundamental de “garantizar la satisfacción de las necesidades materiales de sus miembros, mediante la división de las tareas productivas”

Cabe señalar que hay dos tipos de modelos: “hegemónicos y comunitaristas”“todo modo de producción hegemónico entraña fines privados o particulares de apropiación y de acumulación de la riqueza socialmente creada”

Para que funcione la maquinaria productiva (modo de producción), las sociedades (o quienes controlan el modo de producción) delimitan su estructura: “los presupuestos fundamentales para el funcionamiento de una estructura son: 1. La dimensión legal (las normas que rigen la vida social). 2. La dimensión conceptual (La verdad científica o en su momento religiosa… considérese la palabra “científica”, en este caso, también como la intención de establecer una premisa como única, indiscutible y predominante). 3. La dimensión cultural (en el caso de los modos hegemónicos, sujeta siempre siempre al ejercicio de dominación cultural de las élites). Solo la configuración de los 3 presupuestos constituyen una estructura en un modo de producción; por ende si una variable no cumple con los 3 presupuestos no puede ser considerada como estructural. Finalmente todo modo de producción hegemónico debe tener como base un sujeto de explotación al cual sonsacarle su fuerza de trabajo, el cual se delimita de acuerdo a las condiciones históricas.

Del sometimiento de los modos de producción hegemónicos (esclavismo, el feudalismo y el capitalismo), al análisis de los presupuestos estructurales, no solo podremos validar (históricamente) el planteamiento sobre los presupuestos de la estructura y apreciar las marcadas diferencias en las formas estructurales de apropiación y acumulación entre un modelo y otro, sino que la metodología aflora cuatro verdades incómodas: 1. “El racismo no es una institución fundamental del capitalismo”, 2. “El racismo estructural no es sostenible en el capitalismo”, 3. “Toda forma de discriminación interfiere con las formas de apropiación y acumulación de la riqueza del modelo capitalista, principalmente con uno de sus dos motores fundamentales: el mercado” y 4. “el racismo estructural ha muerto en las sociedades capitalistas de hoy”.

Permítame explicarme antes del linchamiento.

En la última y más atroz versión del esclavismo (el esclavismo colonial de América), el sujeto de explotación era exclusivamente el hombre negro, por lo tanto el racismo, la discriminación y la inferiorización del hombre negro eran imprescindibles para los fines de acumulación de las élites de la época: “Sin racismo aquel esclavismo no habría funcionado, no podrían cumplirse los fines y las formas de apropiación sujetos a la explotación exclusiva de personas de la raza negra”.

Para estos efectos, las normas (dimensión legal), la verdad predominante (dimensión conceptual principalmente religiosa para entonces) y la cultura (dimensión cultural), estaban diseñadas para deshumanizar y degradar al hombre negro en aras de garantizar  su condición de explotado; es decir, el racismo era una institución transversal que estaba presente en los 3 presupuestos de la estructura, permitiendo concluir que el racismo, en el modo de producción esclavista, sí era estructural.

En las sociedades capitalistas de la actualidad, no hay estado que conciba normas que inferioricen legalmente a un grupo humano por razones inherentes a su procedencia racial (por el contrario, lo penalizan); y a ningún científico o sacerdote de hoy se le curre sostener la inferioridad biológica de un ser humano por circunstancias raciales. Por lo tanto en el capitalismo contemporáneo, el racismo no cumple con los presupuestos de la estructuralidad.

Sin embargo esto no significa que el racismo no existe; lo que no existe (en el modo de producción imperante: el capitalismo) es el Racismo Estructural. De hecho el racismo existe y persiste en (para mí, la dimensión más importante de los 3 presupuestos de la estructura): la dimensión cultural.  Aquí nace o se marca una disección entre el “racismo estructural” (el cual es funcional para el modo de producción) y el racismo que se da por la reproducción de las condiciones económicas mayoritariamente nefastas de un grupo humano a raíz de determinadas particularidades en el desarrollo de la historia; es decir el racismo de clase (aquel que surge cuando una raza queda atrapada mayoritariamente dentro de las condiciones deplorables del último escalón de la división social de las clases).

En el capitalismo, el sujeto de explotación no es una raza sino una clase: los pobres, los proletarios. El sujeto de explotación en este modelo no está determinado estructuralmente por razones raciales sino de clase. Cualquier persona indistinto a su composición racial puede ser pobre, proletaria o explotada en el modelo capitalista. 

¿Entonces porqué existe aún el racismo si no es fundamental para las formas de apropiación de la riqueza en el capitalismo imperante? O ¿porqué las otras razas empobrecidas no son objeto de una discriminación semejante?

  1. Porque por alrededor de 300 años, el racismo estructural del coloniaje contra las negritudes, se instaló en la “Dimensión Cultural” de la sociedades y hay un principio dentro de la dimensión de la cultura, el cuál se explica muy bien en el libro, que es “la resistencia al cambio”. 
  2. Porque en la transición de un modo de producción a otro,  se abolió la esclavitud pero no la desigualdad; se abolió la esclavitud pero no se democratizó el acceso a los medios de producción; el negro dejó de ser esclavo mayoritariamente y se convirtió en mayoritariamente pobre; el negro continuó y continúa permaneciendo dentro del espectro de los sujetos de explotación, pero con el énfasis histórico agravado que degrada su posición en la sociedad en cuanto a los oficios que “normalmente” ocupa y con el estigma cultural que se resiste a desaparecer. Por lo tanto la condición colectiva y mayoritariamente empobrecida de los negros se sigue reproduciendo cotidianamente (y no por razones inherentes a la raza en la estructura, sino por razones inherentes a la clase dentro de la cual quedamos atrapados a causa de los acontecimientos históricos descritos).  
  3. Porque lo que sí genera de manera estructural en el capitalismo es la pobreza ya que el sujeto de explotación son los pobres; y es atributo y cualidad natural de la sociedad capitalista reprimir la pobreza y sus consecuencias, en lugar de resarcirla: “la sociedad capitalista está diseñada para generar estructuralmente la pobreza y para repelerla estructuralmente también”. Cualquier cosa es válida para la sociedad burguesa y/o aburguesada, antes de distribuir por igual la riqueza creada. Eso (el indivialismo) es la fundamentación de la cultura capitalista que menciono en mi anterior artículo (“La batalla cultural”), el cual anuncia algunos hallazgos científicos del “Eslabón perdido del socialismo del siglo 21”. Entonces reprimir la pobreza y las problemáticas que se desprenden de ella, en lugar de atenderla distribuyendo así sea un poco mejor la riqueza creada de manera colectiva, al punto en que al menos la dignidad nos alcance para todos, es la dinámica usual de la sociedad capitalista. 
  4. Porque es esa situación de pobreza colectiva la que alimenta la fotografía indigna de los negros, que nos asocia con lo peor: el negro peligroso, el negro de lo último, el negro sumido en la miseria, el negro problemático (producto de la cultura que se desarrolla cuando se vive en entornos empobrecidos), el negro que llega en balsa a Europa y en condiciones migratorias paupérrimas, etc. 
  5. Porque mientras los negros sean mayoritariamente pobres, se va sostener esa discriminación y ese rechazo natural de la sociedad capitalista, vinculado a la  intención de repeler lo relacionado con su pobreza y no verdaderamente con su raza… va a persistir en la cultura el germen de la discriminación, asociada nuestra condición de clase, la cual se abrevia y convierte al negro en sinónimo de lo malo. La sociedad capitalista no discrimina al negro por su condición de raza (cuyas características cada vez reconoce y admira más debido a las composiciones cosméticas del mercado), la sociedad capitalista discrimina al negro por su condición de clase, por su circunstancia material  mayoritaria de pobres en la sociedad; y el racismo solo  persistirá mientras los negros, colectivamente , quepamos dentro de ese sinónimo.

No estamos entonces solamente frente a un racismo histórico y cultural por consecuencia de haber sido el sujeto de explotación exclusivo de un anterior modelo, sino que estamos en presencia de la reproducción constante de la lesión material por haber quedado mayoritariamente atrapados dentro de la clase social más baja. Este es el racismo de clase, diferente de aquel que funge como base funcional de la estructura. 

Este racismo no es generado de manera estructural, sino que es la pobreza dentro de la cual estamos encerrados la que se genera de manera estructural, pobreza cuyas consecuencias la sociedad culturalmente repudia y el estado capitalista reprime (las burguesías en la cultura capitalista separan ágilmente la pobreza de sus consecuencias; por un lado romantizan la pobreza para que el pobre la acepte —“ser pobre no es malo”, “pobre pero digno”, “pobre pero honrado”— mientras la sociedad se lava las manos con actos de “caridad” y por otro lado condena toda consecuencia de la pobreza: el resentimiento social, la violencia y todo lo que sea resultado de la degradación moral que produce la insatisfacción de las necesidades materiales de la gente); así se construye una imagen criminal del pobre y su territorio y automáticamente del negro y sus alrededores. La gráfica de este sinónimo es retratada con exactitud en el poema de la poetiza Mary Grueso, que culmina por constituirse en una denuncia social de los pueblos negros del pacífico a los estados centrales y a la civilización humana: “si Dios hubiese nacido aquí (…) viviría en carne propia la falta de equidad, por ser negro, por ser pobre y por ser del litoral”.

Es la pobreza  estructural en cuyas telarañas históricas estamos mayoritariamente atrapados, la que resigna al negro a vivir mal colectivamente y recicla ese racismo, convirtiendo al negro en sinónimo de esa pobreza… y quien comprende todo el acto de violencia que constituye la pobreza, comprende  también porqué, a su vez, con esta dinámica lo está convirtiendo en sinónimo de las peores cosas. 

Pues bien, habrá quienes quieran menospreciar esta diferenciación. Pero su delimitación es realmente vital. confundir el racismo de clase con el racismo estructural, lo refuerza porque equivoca, desenfoca y distrae las luchas sociales del problema central: la pobreza estructural.

Al respecto debo decir que, esa pobreza que el estado capitalista reprime y la sociedad discrimina, no solo es la misma dentro de la cual los negros estamos encerados de manera mayoritaria, sino que es exactamente la misma cuya represión y discriminación secuestró y asesinó a los 4 niños negros de Guayaquil. 

Y diferenciar que el problema no radica en posición de la raza del hombre negro en la estructura, sino en la pobreza mayoritaria del hombre negro, es vital para las definiciones políticas que tanto nos hacen falta y para resintonizar a las negritudes con sus razones históricas y colectivas. 

Negros de moda desmenuza cómo el capitalismo a medida que avanza se adentra en sí mismo, en su propia naturaleza particular y distante de los modos de producción hegemónico anteriores. El mercado aniquila las discriminaciones porque estas a su vez son nocivas para el consumo y por el contrario, abre industrias en torno a la figura del sujeto tradicionalmente discriminado; es así que nace una imagen cosmética del negro. 

Por otro lado, la aparición de afroburguesías (lo cual normaliza la idea del negro de éxito en la sociedad), va destruyendo las discriminaciones, en unas sociedades más velozmente que en otras. Por lo general más rápidamente en las sociedades donde está más desarrollado el capitalismo y su mercado; es así que detenerse en el centro de Los Ángeles, es presenciar una exaltación, una apología publicitaria sobre la belleza de los negros. 

Por escenarios como este, en mis textos, defino al capitalismo como un sistema “fariseo”“el sistema de las máscaras”—. Ese reconocimiento, esa moda, esa imagen cosmética del negro creada para efectos del consumo, confunde  y desmoviliza a las negritudes, y en esta agenda refuerza su condición colectiva y mayoritaria de pobres, a la vez que prolonga la gráfica deplorable antes descrita, ya que ofrece la sensación de reivindicación y de lucha social extinta. 

Mientras los movimientos afrodescendientes, los académicos y muchos de nuestros referentes continúan en la cacería contra el racismo estructural, el capitalismo pone de moda a los negros y les hace sentir que no hay por qué luchar. 

Esta es una forma magistral e ingeniosa de las burguesías contemporáneas de desmantelar las luchas y/o de desviar las ópticas del epicentro de la pobreza estructural; y de esta manera mantener intacto el modelo que les beneficia. 

Fijar bien el objetivo es crucial. 

El tratamiento de este tipo de racismo no puede apuntar al síntoma sino a la enfermedad; no debe apuntar a la condición racial estructural  sino a la condición económica estructural. 

Fijar el objetivo equivocado quita sintonía y desmoviliza. Hablar de racismo estructural en una época donde se le hace homenaje a la fisionomía de los negros, donde el negro está “de moda”, confunde, no hace sentido, no genera pertenencia. 

Hablar de pobreza estructural en cambio sí nos toca a los negros en la llaga de nuestra realidad.

Reconocer el verdadero problema, es devolverle el sentido a nuestras luchas trascendentales. 

No es que el negro es pobre porque el estado capitalista es estructuralmente racista y por ende hay que luchar contra ese racismo; sino que es la pobreza estructural generada por el estado capitalista represor la que recicla y sostiene ese racismo vinculado a la clase. Por lo tanto hay que desmantelar esa pobreza entendiendo que desmantelar la pobreza estructural significa desmantelar al capitalismo en sí. Y aquí ya el análisis ideológico recobra importancia y protagonismo, porque se trata de que el principal y verdadero enemigo de los negros, colectivamente hablando, es el capitalismo como tal.

Cuando hablamos del estado capitalista hablamos del estado Neoliberal. El neoliberalismo es la punta de lanza del capitalismo. El neoliberalismo “Es una receta  política revestida de imagen científica, con la que el capitalismo se abre paso entre las repúblicas para fortalecer su estructura y para instaurar un modelo centro periférico de acumulación”.

El estado neoliberal se identifica fácilmente cuando las élites capturan el poder político. Una particularidad del estado neoliberal es que es más represivo, agresivo y trágico, cuanto más cercano está a ser dirigido por la máxima representación de las élites. En el Ecuador, la familia más rica ostenta el sillón presidencial. Podríamos, con autoridad científica, decir, a partir de esta referencia, que estamos en la cúspide del estado neoliberal criminal y represivo en el Ecuador, en este segundo ciclo neoliberal que ha capturado el poder político por casi 8 años, cuando el primero fuera protagonizado por la oscura figura de León Febres Cordero y la huella imborrable de aquellos dos muchachos que todavía el Ecuador busca. Don Pedro Restrepo murió viendo volver ese país que desaparece hijos.

Y cuidado con desasociar el racismo de clase  con la desaparición de los jóvenes Restrepo. Aquel Ecuador de Febres Cordero también desaparecía negros, pero los casos entonces no fueron dignos de provocar una parálisis nacional en ese capitalismo novel de mediados del siglo 20 dotado de una persistencia cultural más arraigada “de las instituciones fundamentales del esclavismo y del feudalismo”  (o quizás concretamente de un racismo con categoría estructural en alguna mediada). 

En la actualidad, en la provincia de Esmersldas se habla de muchos otros casos de desapariciones forzosas principalmente de personas negras, pero también de personas de otras razas o grupos étnicos, que no llegaron a mediatizarse y cuyo nexo en común era su condición económica… su condición de clase. 

Esta es la verdadera explicación a lo que está pasando en Ecuador y a la tragedia de los 4 niños negros, pobres, de Guayaquil. 

Rectificar el enfoque, nos conduce a combatir la pobreza estructural y por ende a desmantelar el estado capitalista. 

Entonces recobra urgencia y sentido el debate ideológico.

Desmantelar el estado capitalista políticamente nos conduce a la antítesis neoliberal: el estado revolucionario; el estado socialista. 

La solución a la pobreza estructural en cuyas telarañas los negros estamos atrapados, no puede apuntar a que todos los negros quepamos dentro de las burguesías. Una sociedad donde solo haya negros en la élite sería una especie de “afronazismo”.

Solo la distribución  equitativa de la riqueza socialmente creada, equilibra esas asimetrías de clase y rompe el marco de esa fotografía empotrada por la pobreza estructural en el modelo capitalista.

“Negros de moda” certifica,  con jerarquía científica, la siguiente conclusión: “no hay otra  alternativa para el pueblo afrodescendiente que la lucha de clases, no hay otra  alternativa para el pueblo afrodescendiente que la militancia en los procesos constructores de la equidad, no existe otra alternativa para el pueblo negro frente a la solución de sus problemas colectivos mas que la revolución y el socialismo”

El sentido no es, entonces, la concesión de un par de puestos, no es solamente la ejecución de un par de obras en nuestros territorios, no es  simplemente la búsqueda de mejoras dentro del sistema de justicia para la erradicación de expresiones o instrumentos racistas (como el perfilamiento racial) arraigados en la cultura institucional; sino que se trata de perseguir y ejercer una verdadera, real y contundente revolución. Una que criminalice y busque suprimir  toda forma y todo mecanismo que genere pobreza y desigualdad. En “El eslabón perdido del socialismo del siglo 21” se identifica esto como un proceso fundamentalmente cultural y hacia allá debe apuntar el estado revolucionario en el diseño de los 3 ejes de la estructura del modo de producción socialista actual (la dimensión legal, la dimensión conceptual y la dimensión cultural); a la vez que plantea cómo hacerlo. 

El racismo de clase se combate con lucha de clases. 

Entonces, ya enfocándonos en la solución: ¿cuál es la mayor expresión del socialismo en el  Ecuador? ¿Qué se viene a la mente cuando se idealiza ese proceso ya en la práctica? 

En mi anterior artículo “la batalla cultural”, resalto la importancia de un replanteamiento del socialismo en su expresión actual.

Pero, al momento de reflexionar esta última pregunta, ipso facto se apoderan de mi mente 3 ideas:

Revolución Ciudadana, 
Luisa González,
Rafael Correa.

En homenaje a los 4 niños negros recientemente secuestrados, torturados y vilmente asesinados en la ciudad de Guayaquil; y a todos los desaparecidos “sin nombre” por el estado neoliberal contemporáneo.

Con revolución y estima,

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